9.1.14

Después de una espera larga...

Ella siente que lo va queriendo más y por eso se detiene. Se envuelve y trata de protegerse entre comentarios de quien tiempo atrás, fue un compañero. Pero esas palabras que se vuelcan en su mente solo le hacen más daño y se queda quieta, se despide, y da la vuelta en contra de lo que ella realmente quiere y la hace feliz.

Huye como una gaviota, y no piensa que los amores cobardes no llegan a historias y mueren ahí y ni los recuerdos los puede salvar. Los adioses nunca regresan a convertirse en saludos, y tal vez ella teme que eso suceda. Ella puede ver esa luz que parpadea y el miedo la sigue comiendo, pensando en que puede, aquella luz, desaparecer.

Él le dice que el presente es imprescindible, que no lo deje ir por más que no sepan ni cuánto dura un presente, pero solo saben que es el único tiempo para demostrar lo que hay escondido en los vaivenes de sus corazones.

¿Acaso han de irse? ¿Acaso han de desaparecer entre la maleza que esconde las historias que sus puños escriben? Ellos los saben, pero solo el miedo de aceptar que ya nada es lo mismo y que una historia se piensa a escribir hace que ella siga dudando y viva con los ojos tapados por sus propias manos.

Después de una espera larga siempre hay un primero de enero que mata la sed de la garganta.


27.10.13

Por la vía equivocada


Yo sé que también le robaba los sueños, como ella por las noches, violentaba contra mí. Ya no me importaba si al final yo decidiera tomar el viaje solo y ella se quedara con las dudas, con el miedo que la carcome por las noches, cuando el amor decide dar ese gran golpe.

Nos sentamos a conversar, de rato en rato. Ella duda, me mira, sonríe, baja la mirada, voltea la cabeza y bueno, ya no decide mirar más. Mis palabras se van enfermando y entonces ella reniega y da media vuelta. La veo irse, pero no me muevo, sé que si doy un solo paso tropezaré y ya no quiero hacerlo más.

Pero ella ya no está, caminó por la vía incorrecta, lo sé. Como sé también que me equivoco con lo que digo. Siento esas suaves manos sobre mi espalda, entre mis dedos y me pierdo entre sus ojos que reflejan soledad y piden a gritos un abrazo. Soy muy cruel conmigo mismo, en esas noches violentadas por sus recuerdos y solo espero que tropiece en ese camino y la vía se equivoque y la mande de regreso y camine y me mire y entonces yo la querré más y más, pero qué va, sigo siendo cruel.

El día en que ella abra los ojos, habrá caminado tanto que me verá sobre el monte, a lo lejos, inalcanzable y tardío. Y yo cabalgando una esperanza desecha y moribunda, buscando un nuevo camino, otros ojos que reflejen soledad, también.

24.9.13

RECUERDOS DE ALHAMBRA


No coincidían ni de casualidad. Cada uno camina disparejo, a paso cambiado.

Las rutinas de ambos luchaban a espacios y tiempos distintos, sus vidas parecían viajar en trenes con retraso, pero él soñaba con su sonrisa, con esos ojos café que se encendían con el sol, con su mirada baja, media tímida, como una flor que teme abrirse delante de la vida. De noche, siempre le escribía una canción, que combinaba con el sonido de su voz, como el de “Recuerdos de Alhambra” y le comentaba que ella se merecía un novio poeta. Se aturdía pensando en ella, pero ¿cómo he de sentirse así, si los suspiros que ella regalaba no tenían inscrito su nombre? Él solo sabía que la espera de aquel amor inexistente, se presentaría un día y le diría que no pierda las llaves del cielo.

Llegaban las maletas de amores condenados a convertirse en cera de vela encendida, en puntos suspensivos, en otros nombres. Él las recogía y las llevaba a sus viajes, eran solo gatas callejeras, promesas incumplidas, y en cada estación, después de desnudarse, decían que era mejor marcharse. Pero besar las cadenas no hacía que las rompiera, y todas aquellas canciones que siempre escribía para ella se disipaban con las medias sonrisas que encontraba en las maletas y enviudaba con cada viaje, porque ellas morían cuando el sol saludaba.

Ahora solo le queda un alma, y una guitarra que no deja de cantar a pie de la noche. Había futuro en las pupilas, él esperaba que ella le escribiera algún día, sentado, escuchando cincuenta tangos y con un siete en el corazón. Vive pensando que le faltaba una canción. Habría que ser más duro para mirar al futuro deseado, pero al imaginar nuevamente sus pequeños labios rosados, sintió que llegaría.

 

 

Habían rapado ya sus sueños.

 
Al siguiente día, ella terminó por escuchar el casete que dejaba a medias: “Recuerdos de Alhambra”.

30.8.13

LA MUJER DE LA CALLE

Ella cogió sus cosas
-como de costumbre-
las tumbó al suelo
sintió el pesar de la vida
y a la muerte posarse en sus pies.
Ella solo espera,
con calma,
sin nada.

QUIÉN NOS MANDA A CAMINAR

¿Quién nos manda a caminar
por las sendas de una vida prestada?
¿Quién nos habla al oído
y sin gritar nos deja sordos?
ya nadie entiende el mundo circular
y se esconde bajo las piedras,
bajo las manos de quienes violan en secreto
las promesas dejadas en el tiempo.

YO TE AMO DESDE LEJOS

Yo te amo desde lejos
atormentado,
medio loco, medio cuerdo
y cuento tus cabellos
uno por uno,
pensando,
que ya me cansé
de tenerte entre mis sombras
y arañarte en las paredes
porque te amo
uno por uno
se van consumiendo
con el fuego lento
de mi esperanza
las razones
las verdades
tus besos
tus mejillas
mis dedos
mis caricias
mi vida





 

13.5.12

La calma

Aún cuando todo esta calmado
ocurre algo
alguien golpea en silencio
una, dos, treinta veces
y sigue todo sosegado
abro la puerta:
alguien ha muerto.

Daniel Hernández



"Komm, süsser Tod", Alejandro Hernández.

Insensible

Soy un poco duro, algo brusco, torpe
de los que se suicidan dos veces
para reafirmar que la muerte
no es sinónimo de dolor.

Daniel Hernández





"Autorretrato con la oreja vendada", Vicent Van Gogh.

Mujer durmiente

Te siento lejos y esquiva
—mujer durmiente—
aguardas a que la noche se tiña de rojo
y muestras las desventuras
que mis manos tejían.

Daniel Hernández.